Pablo Andrés Gajardo Villavicencio fue ordenado presbítero por el Administrador Apostólico de Talca, obispo Galo Fernández Villaseca, en una celebración eucarística que tuvo lugar en la parroquia San Juan de Dios de Teno el 06 de noviembre, siendo acompañado por familiares directos y sacerdotes, llegando a un aforo máximo de 50 personas según los requerimientos de la autoridad sanitaria.

La ordenación comenzó con la lectura del decreto correspondiente y las lecturas elegidas para este día, en especial el pasaje del evangelista Juan con las palabras de San Juan Bautista: “Es preciso que Él crezca y que yo disminuya”, lema escogido por Pablo para su ordenación sacerdotal.

Luego comenzó la liturgia de ordenación en que fue llamado el que será ordenado presbítero. Seguidamente, el padre Rodrigo Arriagada Mora, solicitó a nombre de la Iglesia que Pablo fuese ordenado presbítero.

Al inicio de su homilía, el obispo Galo Fernández señaló que este acontecimiento era una gran alegría para la Iglesia de Talca: “La gracia de la ordenación sacerdotal que tú recibes es un don precioso, fundamental en estos tiempos tan complejos y controvertidos. Junto a tu familia y a todos los que te aprecian esta Iglesia diocesana, que te reconoce como un hijo nacido de sus entrañas, canta y bendice al Señor porque hoy su inmenso amor se manifiesta fiel al consagrarte sacerdote”.

Un don para toda la Iglesia
Las restricciones propias de la pandemia no logran impedir nuestra alegría: “No te fue fácil definir el nombre de los 50 invitados, no solo porque tú habrías querido que estuvieran todos los que han sido parte de tu vida, que han contribuido de algún modo u otro a que seas quien eres, sino porque son muchos más los hijos de esta Iglesia diocesana que deseaban profundamente estar aquí. Y es que el don que recibes es una bendición para toda esta Iglesia”.

“Tu periodo de formación sacerdotal ha sido uno de los más complejos y delicados en la vida de la Iglesia. Un periodo en que la imagen del sacerdote ha experimentado una de las crisis más fuertes debido a los abusos sexuales y de autoridad cometidos por clérigos. Algo que no deja de dolernos enormemente, ante todo por el daño que han provocado estos abusos a quienes han sido víctimas de ellos (…) a veces parecíamos más preocupados de salvaguardar la imagen que de cuidar a los más pequeños y frágiles”, enfatizó el padre Galo.

Configurar tu vida en Cristo
En tiempos de vaivenes la barca de tu vocación no ha perdido el rumbo, expresó el pastor. “¡Cómo no sorprendernos de que hoy vengas a responder al llamado que no ha dejado de resonar en tu corazón! Pero el mérito de esta certeza no es tuyo, sino de quien te ha llamado y te ha sostenido en medio de la confusión que vivimos. Es Él quien nos recuerda que el buen pastor no nos abandona, que no cesa de enviar pastores que apacienten a su pueblo”.

“Se trata de que Jesús crezca en ti y colaborar de que Él crezca en cada uno. Tu primera misión sacerdotal es la oración que procura configurar tu vida en Cristo, disminuir para que Él crezca en ti (…) la Iglesia no te ordena sacerdote para conferirte una dignidad que te ubique por sobre el resto del pueblo fiel sino para ponerte en medio como servidor, especialmente de los pequeños, excluidos, pecadores; que seas puente entre Dios y ellos”, destacó el obispo Galo Fernández.

Un nuevo sacerdote
Posteriormente, Pablo manifestó su deseo de recibir el orden presbiterial y disposición de vivir el ministerio unido a Cristo. Asimismo, prometió obediencia y respeto al obispo y sus sucesores. Luego vinieron las letanías, momento en que el aún diácono se postró como signo de oración y humildad. Después el obispo Galo Fernández impuso las manos sobre Pablo como transmisión de la fuerza del Espíritu, acto que fue replicado por todos los presbíteros como acogida al colegio sacerdotal.

Como signo externo de su ordenación sacerdotal, sus padres Luis y María Jacqueline impusieron a Pablo la estola y casulla. A continuación, el obispo ungió las manos con el crisma, recibió la patena y el cáliz, y con un gran abrazó se selló este emotivo momento en que ya teníamos un nuevo sacerdote para nuestra Iglesia.

Al dar las gracias por lo vivido el padre Pablo Gajardo expresó: “He recibido inmerecidamente un regalo que nunca podría ni devolver ni merecer. Le agradezco a Dios por todos sus beneficios, especialmente por el regalo de mi familia y por el regalo de ser parte de su pueblo donde he encontrado el testimonio y cercanía de sacerdotes, religiosas (os), laicos, seminaristas. Muchos han contribuido a este momento, la parroquia El Rosario donde crecí, las parroquias y santuarios en que he servido, los seminarios donde estuve, comunidades religiosas. Hoy el gran protagonista es Dios, Él dispone de todas las cosas para nuestro bien y estoy seguro que estas circunstancias (emergencia sanitaria y sus restricciones) no son casuales. Ya lo decía el obispo, me llaman a volver a lo esencial, a no confundirme en los regalos y aplausos, sino en Cristo que llama y que ama”.

Cabe destacar que el padre Pablo Gajardo continuará su servicio pastoral en la parroquia San José, iglesia La Merced y santuario El Carmen de Curicó.